Camaradas,
El 9 de mayo de 1945, hace exactamente 80 años, la Alemania nazi firmaba la rendición ante el Mariscal de la Unión Soviética Georgi Zhukov que suponía la derrota definitiva del nacionalsocialismo. A sus espaldas dejaban una constelación campos de concentración y de exterminio, Europa arrasada y, en el caso de la Unión Soviética, más de 1.700 ciudades y 70.000 pueblos destruidos.
Hasta 27 millones de soviéticos perdieron la vida debido a la invasión nazi. Muchos de ellos en el campo de batalla, en heroica resistencia, pero también muchos otros murieron de inanición, tortura o gaseamiento en los campos de exterminio o fueron masacrados de formas inimaginables: palizas, fusilamiento, gaseamiento en furgonetas móviles.
La guerra de la Alemania nazi contra la URSS, que empieza en junio de 1941, es una de las campañas más devastadoras de la historia en cuanto a pérdida de vidas humanas. Al mismo tiempo, es una de las más distorsionadas por la historiografía. Detrás de esta distorsión se oculta una batalla política e ideológica.
Esta batalla es la que libran los intelectuales burgueses para convertir el triunfo de la URSS sobre el nazismo en otra cosa. Y es que, hasta 1939, las principales democracias burguesas de Europa -Gran Bretaña, Francia- trataban de aplacar a Hitler con la esperanza de que les librase del comunismo. Así lo hicieron en la Guerra Nacional Revolucionaria española con la infame política de la “no intervención”. También en Checoslovaquia, con la cesión de los Sudetes. Y en Austria, a pesar del Anschluss.
Estas potencias, que trataron de alimentar a la bestia fascista con la esperanza de que destruyese a la URSS, fueron luego incapaces de combatirla cuando se les giró en contra. Y sus acciones militares contra ella, aunque valiosas, sólo acabaron en victoria debido al heroico papel de la Unión Soviética.
Muchos son los nombres escritos para siempre en la historia de aquellos que dieron su vida para frenar al fascismo. Entre ellos, muchos españoles. Después de la derrota en España, hubo españoles que jugaron un papel crucial en la Resistencia francesa, a pesar de que la República francesa les había recibido con campos de concentración.
También los hubo que, en la Unión Soviética, se negaron a quedarse en la retaguardia y quisieron seguir la lucha contra el fascismo en un país que no era el suyo, pero que era de los trabajadores y, por lo tanto, en realidad sí era el suyo. Recuperar sus nombres de forma sistemática es una tarea del MCI que debe ser abordada en el futuro. A modo de ejemplo, y homenaje, hoy citamos a dos.
El primero de ellos, Rubén Ibarruri, hijo de la Pasionaria, tomó sin dudarlo el mando de su batallón al morir el comandante y lideró una contraofensiva con un pequeño grupo para frenar el avance de los Panzers en Stalingrado. Herido con una bala, siguió disparando. Recibió una segunda bala y siguió disparando. Sólo cuando estaba moribundo y sin munición fue evacuado para morir en el hospital de campaña.
El segundo de ellos, Francisco Gullón, era un joven de tan sólo 21 años que había sido evacuado a la Unión Soviética tras la derrota de la II República española. Viviendo en Járkov, se negó a acatar la orden de evacuación de la ciudad en 1941 y se plantó para ser integrado en el Ejército Rojo y resistir al fascismo. Acabó formando parte del “Destacamento guerrillero Voroshilov”, con 101 soviéticos y 32 españoles, el cual acabó liderando. El destacamento llevó a cabo acciones de retaguardia en Leningrado y quedó completamente anquilado. Murió de un tiro en el vientre tras haber causado graves daños a los alemanes.
Los acontecimientos que llevaron a la guerra mundial de 1939-1945 y la propia guerra son hoy objeto de distorsión. Detrás, hay un conflicto político e ideológico en el cual los Partidos Comunistas debemos tener posiciones claras para extraer lecciones.
En primer lugar, los acontecimientos demostraron el planteamiento leninista de que, ante un avance significativo del movimiento obrero la burguesía opta por cualquier otra opción que sea capaz ponerle freno. No existe la posibilidad de plantear un frente antifascista con las fuerzas burguesas, que ya entonces demostraron su complicidad con el fascismo, renunciando a todos sus valores democráticos, cuando lo que está en juego es el avance de las posiciones clasistas y del socialismo.
En segundo lugar, el fascismo ha demostrado tener un papel histórico específico, de respuesta brutal de la burguesía en un momento de avance de las posiciones clasistas. Lo que sucedió entonces, puede volver a suceder. El crecimiento de la ultradrecha y su llegada a los gobiernos burgueses en Europa no significa automáticamente el regreso del fascismo, que es otra cosa, pero sí un avance en la preparación de las condiciones sociales y políticas para que ello pueda suceder, llegado el caso.
En tercer lugar, la experiencia en la Guerra Nacional Revolucionaria española, antesala de la guerra mundial, demuestra la necesidad de conectar la lucha antifascista con la perspectiva de la toma del poder y de combatir la influencia de los grupos políticos burgueses dentro del campo antifascista, pues estos no dudan en rendir las armas frente al enemigo para parar al movimiento obrero organizado.
En cuarto lugar, debemos ser conscientes del esfuerzo sistemático llevado a cabo por Rusia y por determinadas fuerzas políticas para apropiarse de la memoria de la guerra antifascista y utilizarla como pretexto para desatar, hoy, conflictos imperialistas que nada tienen que ver con la resistencia de la Unión Soviética socialista. Se preparan las condiciones para una nueva carnicería mundial.
En quinto lugar, hay que profundizar en el análisis de la rápida derrota del Partido Comunista Alemán frente al nazismo a partir de 1933, indagando precisamente en la falta de enraizamiento directo y de intervención sistemática en los centros de trabajo, como ya analizaba la propia III Internacional. A los Partidos Comunistas no nos basta con crecer en abstracto y en cualquier lugar: debemos fortificarnos en los centros de trabajo y controlar los centros de producción fundamentales necesarios para paralizar la economía capitalista.
En sexto y último lugar, los Partidos Comunistas del mundo deben redoblar el trabajo político e ideológico, y de organización para desplegar una amplia campaña contra la guerra imperialista y para recordar el papel histórico de la burguesía y de las fuerzas políticas burguesas en relación al fascismo, disipando la ilusión de los “frentes antifascistas” y organizando un amplio trabajo de masas que sepa conectar la cuestión de la guerra imperialista, del fascismo y de la toma del poder de manera clara.
Muchas gracias.