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Después de las elecciones autonómicas, el nuevo gobierno de Aragón, conformado tras el pacto del PP con VOX, incluyó entre sus medidas la implantación del polémico pin parental sobre los contenidos escolares. Así, el presidente Jorge Azcón mostraba su cercanía con las posturas más retrógradas del partido de ultraderecha, sentando las bases de un proceso que acentúa el carácter reaccionario de los últimos ejecutivos aragoneses.

Para aclarar términos, el pin parental permite a padres, madres o tutores legales del alumnado prohibir la participación de estos en las actividades extraescolares que consideren. Es decir, no puede alterar el contenido impartido en las materias, pero sí supone que los estudiantes tengan la posibilidad de ausentarse en charlas impartidas por entidades externas o no participen en las excursiones propuestas por el centro. Generalmente, la excusa que ponen las familias para aplicar el pin parental es la del adoctrinamiento en cuestiones tales como la igualdad de género, la educación sexual o la transexualidad; puntos clave en la actual ola reaccionaria y cuyo desconocimiento conlleva la perpetuación de actitudes intolerantes por una parte importante del alumnado. Está claro que, para los sectores sociopolíticos partidarios de esta medida, solamente existe adoctrinamiento cuando proviene de instituciones contrarias a su arcaico marco ideológico. Respecto a los centros privados y concertados, que no son pocos en Aragón, ni una palabra sobre los “valores” que transmiten a sus alumnos y que son en gran medida garantes de la hegemonía ideológica del capital y sus aceptación en las generaciones venideras.

Así, todo esto supone una limitación para el ya de por sí escaso margen de movimiento que poseen los docentes. La última ley educativa muestra un marcadísimo carácter liberal en el que se insta a la constante necesidad de competir y emprender, generando en los alumnos un proceso de alienación que los hace completamente desconocedores de la realidad a la que se van a enfrentar cuando salgan al mercado laboral como hijos, en su mayoría, de la clase obrera. En algunos casos, las actividades extraescolares eran la única manera de intentar salir de esa línea marcada por los intereses del capital, pero con el pin parental, esta posibilidad puede quedar también vetada. Debemos tener en cuenta, también, que este es un primer paso en un camino oscuro que nos recuerda al franquismo más recalcitrante.

El pin parental dota a las familias de una fuerza que quizá en un futuro pueda llegar a aplicarse sobre los propios contenidos didácticos. No son pocos, de hecho, los docentes que en las primeras jornadas del curso reciben avisos por parte de sus equipos directivos para que tengan cuidado a la hora de tratar ciertos temas controvertidos debido a las posibles quejas que puedan recibir de los padres y madres del alumnado.

Según el acuerdo del nuevo gobierno aragonés, el objetivo de todo esto es, literalmente “sacar la ideología de las aulas”. Pero, en el fondo, sabemos que su función es atacar todo aquello que pueda alterar los valores hegemónicos. En sus aulas solamente vale su ideología, como si la mayoría de libros de texto no estuvieran copados de contenido marcado por el liberalismo y la alienación. No se verá ninguna queja sobre asignaturas como Economía y Emprendimiento, encaminada a convertir a los futuros trabajadores en conformistas capaces de tragar con las peores condiciones laborales bajo la máxima de que, con esfuerzo, conseguirán todo aquello que se propongan.

Ellos pretenden crear piezas que encajen a la perfección en su engranaje de explotación. Nos tendrán enfrente. La educación es fundamental para el desarrollo de la conciencia de clase y el fomento de la solidaridad y la cooperación, necesarias para hacer de este un mundo mejor. No podemos ceder la responsabilidad sobre niños y adolescentes a aquellos que buscan formar una masa trabajadora dócil, acrítica y que reproduzca sin rechistar las consignas reaccionarias de los gestores del capital. El conocimiento crítico es un elemento fundamental en la lucha de clases, y nuestros enemigos tienen esto muy presente. Nosotros también debemos hacerlo. Es por ello que, desde el PCTE, nos oponemos frontalmente a la aplicación del pin parental, pero vamos mucho más allá. Buscamos la consecución de una educación completamente pública y de calidad, a disposición de todos los hijos e hijas de la clase trabajadora con el fin de que se formen como personas completas y puedan poner su granito de arena en la construcción de un futuro mejor, sin desigualdad y respetuoso con cada una de las particularidades del ser humano. Esto es, un futuro comunista.