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Europa se prepara para la guerra. Así lo demuestran claramente la estrategia seguida, los distintos datos económicos disponibles y las declaraciones de los gobiernos.

Todos los países en la Europa actual son capitalistas y se rigen sólo por una única máxima: defender los intereses de los monopolios nacionales y asegurar sus beneficios. Muchos de estos países se han unido, en este momento, a la Unión Europea en un esfuerzo por mejorar su competitividad contra sus rivales capitalistas, como China y EE.UU.. El propósito de la Unión Europea es defender, en una conyuntura histórica determinada, los intereses de un grupo concreto de capitalistas.

En este contexto hay que enmarcar los análisis sobre la militarización de la economía europea. El capitalismo no ha logrado alcanzar tasas de crecimiento, acumulación o beneficios que existían antes de la crisis de 2008, y además se ve amenazado por la sombra de la próxima crisis de sobreproducción. Se agudizan los enfrentamientos entre capitalistas por el control de los mercados, de las rutas de transporte, de las fuentes de materias primas. Y es por ello por lo que aumenta exponencialmente el peligro de nuevos y más violentos conflictos militares entre potencias capitalistas.

En la actualidad, todos los países capitalistas europeos, dirigidos por los más fuertes; es decir, Alemania, Gran Bretaña y Francia; están acelerando las reformas antipopulares para aumentar el gasto militar y fortalecer los sectores de la economía necesarios para afrontar las disputas interimperialistas. En su informe, la OTAN le dice de forma cínica a los jóvenes que “la cuestión no es si lucharán o no, sino por qué futuro lucharán; y si no les convence luchar, les obligaremos a hacerlo”.

Los países de la OTAN se han comprometido a alcanzar para 2035 el 5 % del presupuesto, sobre el PIB, destinado a gastos militares y muchos de estos países ya superan el 2 %.

Para la mayoría de países europeos, la última vez que se vieron tales cifras fue en momentos bélicos o prebélicos. Por ejemplo, la última vez que se registraron tales cifras de gasto militar fue en Francia, en 1953, en el marco de sus campañas coloniales en el sudeste asiático y en el norte de África; y en Alemania, en 1963, en la confrontación con la Alemania socialista.

La Unión Europea está movilizando ingentes recursos para la guerra. El plan “ ReArm Europe”, que tuvo que ser rebautizado “Readiness 2030” por motivos cosméticos, prevé el uso de 800.000 millones de euros para la industria de guerra. Las normas que se están aprobando permitirán a los países europeos saltarse los objetivos de déficit para el gasto militar. Las limitaciones presupuestarias son únicamente para los gastos sociales y no existen para los gastos militares o para el pago de la deuda a los prestamistas.

Numerosos dirigentes europeos han confesado que dicho proceso de rearme europeo tendrá efectos adversos al gasto social. Esta perspectiva fue expresada por el canciller alemán, Friedrich Merz, cuando dijo que “el Estado del Bienestar ya no puede seguir sosteniéndose”; el Primer Ministro belga, Bart de Wever, al afirmar que “El Estado del Bienestar (….) se derrumbará (…) a menos que cambien las políticas”; y el Ministro de Economía y Finanzas francés, Eric Lombard, que respondía a la pregunta sobre si Europa está en economía de guerra diciendo “no lo está, pero debería estarlo”.

La clase obrera de los países europeos está perdiendo derechos a un ritmo muy acelerado. En 2022, el poder adquisitivo real bajó un 4,3% de media; en 2023, un 0,7%. Más de tres millones de trabajadores están fuera de la protección de cualquier convenio colectivo, ante el retroceso de la afiliación sindical y el avance de legislaciones contrarias a los acuerdos colectivos. Al mismo tiempo, se suceden las reformas antiobreras a un ritmo muy acelerado: recientemente, y por citar sólo dos, el gobierno griego, basándose en una directiva de la UE, ha promovido la jornada laboral de 13 horas y la anualización del tiempo de trabajo; y el gobierno portugués aprobó una reforma laboral draconiana que aumenta las causas de despido y la flexibilidad laboral.

La clase obrera debe oponerse contundentemente a los sacrificios que nos piden los capitalistas para librar sus guerras. Debemos exigir que no haya ningún sacrificio: ninguna implicación en las masacres bélicas de la OTAN y la UE, defensa de los salarios y los convenios colectivos que obtenemos por nuestro trabajo en los centros de trabajo y de nuestros derechos a la seguridad social, combatiendo con firmeza el trasvase de las rentas del trabajo a los bolsillos del capital para su maquinaria de guerra, aspirando a derrocar el capitalismo, abolir la explotación e intensificar la lucha por el socialismo.

Nos va la vida en ello.