Durante los últimos meses, el PCTE ha desarrollado varios análisis sobre la Unión Europea y aquello que llamamos el “consenso europeísta”. Y es que más allá de posibles contradicciones entre algunos intereses de sus países miembro (es decir, entre los monopolios de esos países), hay una serie de pilares con los que todos están de acuerdo. Uno de estos pilares es la transferencia de dinero público al sector privado y la búsqueda de nuevos nichos de mercado. La llamada transición digital encarna a la perfección estos principios.
En el marco de los fondos NEXTGENERATION, concebidos para la reconstrucción de la economía europea -y publicitados por el Gobierno como destinados al “escudo social”-, se establecieron las ayudas para la transformación digital de las empresas, principalmente a través de subvenciones para la transformación de las PYMES con el llamado Kit digital. En total Aragón recibió 4,4 millones de euros para la transformación de la pequeña y mediana empresa, que engloba a la gran mayoría de las empresas de la comunidad.
Un año después de la implantación del Kit digital y una vez gastado el presupuesto, pocas de las empresas continúan el proceso de digitalización por su cuenta y mantienen los servicios contratados por el gran coste que suponen. A falta de resultados oficiales sobre la transformación digital y su mantenimiento, podemos decir que va a tener muy poco impacto en las empresas a las que supuestamente iba destinado. ¿Será que se ha planificado mal ese Kit digital? ¿O no será que esos fondos estaban destinados en última instancia a los bolsillos de los grandes monopolios tecnológicos?
Debemos tener en cuenta que el dinero sale de la aportación que hace cada Estado miembro a la UE y más tarde se reembolsan acompañados de unos objetivos. Es, en definitiva, dinero público que ha servido para activar el sector tecnológico privado a través de la venta de servicios subvencionados para empresas. Es paradójico que se siga vendiendo el mantra de que es el empresario el que arriesga su capital para mejorar sus medios de producción, cuando desde la pandemia hemos visto como sistemáticamente los mecanismos del estado se dirigen a un traspaso de dinero público a intereses privados, a la vez que se aumenta la explotación de la clase obrera.
No nos equivoquemos: en el sistema capitalista los desarrollos tecnológicos y la mejora de los medios productivos no van dirigidos a mejorar las condiciones de vida de nuestra clase, sino a un aumento de los beneficios de una minoría. En esto están todos de acuerdo. Para hacernos creer que es por el bien de todos, nos dicen que la transición digital mejorará nuestras vidas o que el capitalismo verde ayudará a frenar el cambio climático. Pero la realidad es que para salir de la crisis han creado nuevos mercados y destinados millones y millones de euros de nuestros bolsillos a las empresas privadas.
Mientras tanto empeora la calidad de vida de la mayoría trabajadora, perdemos poder adquisitivo y la flexibilidad atraviesa todo el mercado laboral haciendo cada vez más difícil ningún tipo de planificación vital. Esto es lo que nos ofrece el capitalismo y en esto también están de acuerdo todos aquellos que defienden un sistema basado en la explotación y la desigualdad.
Frente a los monopolios y quienes defienden sus intereses, sean del color que sean, es hora de confiar en nuestras propias fuerzas y recuperar nuestro propio camino. Es hora de poner los intereses de los y las trabajadoras en el centro, haciendo que los avances tecnológicos y científicos sirvan para el bienestar de la mayoría y no para el lucro de unos pocos.