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La harina, la leche, la mantequilla o el azúcar han subido más de un 30% en un año. Son ejemplos de una subida de precios generalizada que afecta especialmente a las familias trabajadoras.

Quienes tienen mayores ingresos pueden asumir mejor la subida del IPC, pero quienes ya tenían dificultades para llegar a fin de mes en 2021 se encuentran ahora en una situación sumamente grave.

Se habla de la guerra en Ucrania como causa de la subida generalizada de precios, pero eso no es cierto. La guerra imperialista es una de las causas; la otra es que las grandes empresas están aprovechando la situación derivada de la pandemia y la guerra para asegurarse beneficios astronómicos.

Ante esta situación, el Gobierno de coalición ha optado por reducir el IVA y otros impuestos y subvencionar el gasto de las familias. Esto puede aliviar las facturas delos hogares temporalmente, pero las empresas siguen obteniendo los mismos o mayores beneficios. En realidad, las rebajas en las facturas sirven para canalizar indirectamente el dinero público hacia las empresas, mientras quedan sin tocar las verdaderas causas de la subida de precios.

Medidas tan promocionadas como el tope del gas son un engaño. El precio de mercado no se ha tocado, simplemente se ha cambiado la forma de pagarlo, recayendo las consecuencias en todos los consumidores a través de nuevos conceptos en las facturas.

Además, las subvenciones estatales no llegan a todos los sectores. Son muchas las explotaciones ganaderas que cierran, continuando con la dinámica iniciada con la entrada de España en la Unión Europea, transformando a un país productor de leche en un país importador de leche.

Se acerca el período electoral y el Gobierno empieza a hablar de reducir el precio de los alimentos. De hacer algo, será sin tocar los mecanismos de formación de precios , sin alterar en lo esencial los enormes beneficios empresariales, por que no tienen capacidad de maniobra en un sistema que está construido precisamente para garantizar esos beneficios.

La única solución realista y duradera pasa por eliminar el beneficio capitalista de la ecuación y establecer mecanismos de distribución basados en la cobertura de las necesidades sociales y no en el beneficio económico.

No caben soluciones definitivas sin cambiar completamente los mecanismos de producción y distribución. Mientras todo dependa del beneficio económico de unos pocos , las necesidades básicas de la población seguirán en segundo plano. Ni los impuestos extraordinarios a las empresas ni las subvenciones al consumo solucionan el problema que tenemos entre manos, sólo lo cronifican.

Ante esta grave situación solamente cabe un camino: elevar los salarios por encima del IPC y fijar precios máximos a los productos básicos.

Pero ninguna solución es permanente bajo el capitalismo, por es o hay que organizarse para acabar con él, para organizar la producción y la distribución de manera que sirvan para satisfacer las necesidades de la clase obrera y los sectores populares y no para enriquecer a unos pocos.