Astor García en elcomun | 17 de julio, 2021
Este contenido forma parte del especial #EnDefensaDeLaRevolución que desde El Común hemos lanzado para arrojar luz en las tinieblas informativas sobre los sucesos que están ocurriendo en Cuba. Defender la Revolución y su legado, frente a aquellos que hacen uso de la mentira para intentar tumbar un sistema es nuestro granito de arena en esta desigual batalla contra los mass media.
Que a las potencias imperialistas les molesta Cuba es un hecho. Si no fuera por la Revolución Cubana, hoy las cosas en América Latina serían muy distintas, mucho peores. Cuba ha dado muestras sobradas de su internacionalismo, de su solidaridad y de su voluntad de cooperar amistosamente con todos los países de su entorno. Por ello ha sido y es un ejemplo para el resto países de su región y también para el mundo entero. Y también por ello se ha encontrado siempre con la oposición rabiosa de quienes siguen considerando el sur de Río Grande como su patio trasero o quienes piensan que las antiguas colonias son sólo mercados en los que sus monopolios deben tener la posición dominante.
Desde que en enero de 1959 los barbudos entraron en La Habana, desde que triunfó definitivamente la lucha guerrillera y, sobre todo, desde que Fidel declaró el carácter socialista de la Revolución en abril de 1961, los ataques contra el pueblo cubano han sido sistemáticos, acompañados de un criminal bloqueo que durante décadas ha tratado de asfixiar económicamente al país, sin conseguirlo pero dificultando terriblemente las posibilidades de desarrollo de una isla caribeña de 11 millones de habitantes.
Por eso no resulta llamativo que se haya levantado tan rápidamente una campaña mediática para difundir y magnificar las últimas protestas, al igual que durante años se ha ido dando voz, dinero y presencia internacional a supuestos “opositores” que no representaban a nadie en la isla.
Más allá de estas consideraciones, resulta particularmente lamentable la constatación de la doble vara de medir que tienen los Estados capitalistas y su prensa apesebrada, que mientras hacen caso omiso a las protestas populares contra gobiernos que masacran a su población, alientan y promocionan hasta extremos ridículos cualquier protesta en un país de los considerados enemigos únicamente por no rendirse ante las injerencias, intervenciones y exigencias de EEUU o de la UE.
Sin la Revolución, Cuba no hubiera sido capaz de desarrollar una vacuna propia contra el coronavirus, de cumplir más ampliamente que todos los países de su entorno con los estándares de calidad de vida y de atención a la infancia, de desarrollar un sistema sanitario universal capaz de sonrojar a los Estados Unidos o de poner en marcha brigadas médicas que son un orgullo para los cubanos y para quienes defendemos su derecho inalienable a seguir construyendo un país soberano, libre, solidario y socialista.
El ejemplo de Haití es demasiado cercano, geográfica y temporalmente, como para no ver hacia dónde van las algaradas que ahora se están promocionando. Como para no ver qué futuro le espera a Cuba convertida de nuevo en colonia, sometida otra vez a los antiguos explotadores como los familiares de Rocío Monasterio y tantos otros adalides de la libertad de los capitalistas.
En Cuba las calles son del pueblo porque el pueblo está organizado y sabe responder a las provocaciones y las injerencias, porque es un pueblo que sabe, en sus propias carnes, que al grito de “libertad” también actuaban los sicarios de Batista. Frente a quienes pregonan la libertad para explotar y la libertad para someter, está un pueblo digno, combativo, solidario y experimentado, que sabe responder con firmeza y que tiene multitud de amigos en todo el mundo. Cuba no está sola. Cuba es y será ejemplo de dignidad.