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Este diciembre se cumplieron 30 años desde la ratificación del Tratado de Maastricht, que marcó una unión transnacional más estrecha a nivel económico, político y militar de capital europeo con la transformación de la Comunidad Económica Europea (CEE) en la Unión Europea (UE), lo que supuso un nuevo y más pesado yugo de los monopolios sobre el pueblo.

Su objetivo fue la reproducción y acumulación de capital con una incesante intensificación de la explotación con el fin de responder de forma más eficaz a las necesidades de la competencia capitalista internacional con otros centros imperialistas por el reparto de mercados y esferas de influencia, incluso a través de la introducción de una moneda única.

En el momento de ratificación del tratado, Europa del este estaba en medio de una convulsión contrarrevolucionaria que marcaba el derrocamiento del socialismo y la restauración capitalista.

La UE permitió que un capitalismo más organizado y coherente penetrase en los antiguos estados socialistas, creando una organización que pudiese garantizar eficazmente los triunfos de la contrarrevolución.

Así, la UE, cuyas bases asentaron el Tratado de Maastricht, y con sus enmiendas posteriores, sigue siendo una unión imperialista transnacional del capital.

Simultáneamente, la concentración de capital monopolista de distintos países no amortigua las tensiones entre ellos, sino que crea nuevas áreas de competencia. Esta competencia tiene lugar a diario dentro de la Eurozona y la UE, puesto que las alianzas imperialistas son temporales.

Al mismo tiempo, la UE compite con otros centros y bloques imperialistas como EE.UU., China o Rusia.

La UE, como su predecesora, la CEE, al ser un bloque reaccionario e imperialista, siempre ha fomentado la estrategia del capital a costa del pueblo, lo que hoy intensifica la política antipopular con precios al alza, pobreza energética, desempleo y licitaciones debidas a la llamada “transición verde y digital”.

La competencia entre los monopolios y los estados capitalistas que representan sus intereses condujo a la guerra imperialista en Ucrania que libran la UE-EE.UU.-OTAN y la Rusia capitalista. Esta guerra, que continúa desde hace 9 meses, derrama la sangre de los pueblos ucraniano y ruso, con el riesgo de generalización e incluso el uso de armas nucleares. Las sanciones impuestas por la UE a Rusia lastran a los pueblos.

La corrupción reiterada y los escándalos de sobornos centrados en el Parlamento Europeo, entre los europarlamentarios y los distintos lobbies y ONG’s de los capitalistas mantenidos sobre las tumbas de miles de trabajadores en los talleres de explotación de Catar, demuestran que la UE es irremediablemente una unión del capital y no puede defender a las personas. Fue, es y será una unión de monopolios. Por eso ataca al socialismo, promueve mitos anticomunistas y tiene una gran responsabilidad en las ilegalizaciones de Partidos Comunistas en sus estados miembro de Europa del este.

La Iniciativa Comunista Europea denuncia el verdadero carácter antipopular de la UE y lucha contra las ilusiones sobre su papel impulsadas por las fuerzas del oportunismo internacional, como el llamado Partido de la Izquierda Europea.

Como comunistas, intensificamos nuestros esfuerzos en fortalecer la lucha popular y las reivindicaciones de la clase obrera y sus aliados por un auxilio inmediato de la vorágine antipopular mientras promueve la única salida, por otro mundo, el socialismo. Tres décadas después de la firma del Tratado de Maastricht, continuamos la lucha contra la UE y el sistema capitalista al que sirve, por un mundo digno de las necesidades y los intereses de los pueblos.