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Por si no fuera suficientemente dramático el contexto socioeconómico que impulsa a numerosos jóvenes a llevar a cabo acciones que pueden desembocar en su internamiento en un centro de menores, nos encontramos en Aragón con el constante empeoramiento de las condiciones de vida en los mismos. Estos centros, dejados en manos de subcontratas privadas sin el más mínimo interés por el bienestar de los internos, se convierten en poco menos que ghettos incapaces de cumplir con la función social de reinserción que se les presupone.

Algunos de los principales problemas surgen de la precariedad a la que se ven abocados los trabajadores de los centros. En muchos casos, el personal es insuficiente para asegurar la correcta atención a todos los menores y se ve obligado a rotar constantemente entre centros, por lo que es imposible llevar a cabo una actuación continua que permita planificación a largo plazo. Además, no existe un convenio autonómico, y el convenio de referencia presenta unas tablas salariales muy bajas, sobre todo teniendo en cuenta el valor social de este trabajo.

Así, si las empresas privadas obligan a malvivir a sus propios trabajadores, es fácil imaginarse las penosas condiciones que sufren los menores internados. A pesar de las denuncias de los sindicatos, los jóvenes que en un primer lugar se han visto abandonados por un sistema incapaz de garantizar un mínimo para su supervivencia en sus hogares de origen, se ven de nuevo menospreciados por un gobierno que no asume como suyo el cuidado de un sector tan vulnerable.

Desde el PCTE asumimos que es imposible garantizar la calidad de vida de estos menores bajo el marco capitalista, que los aparta y desecha como improductivos a pesar de haber sido el causante de la práctica totalidad de sus problemas; pero instamos al gobierno a que muestre un poco de decencia y, al menos, ponga de su parte para mejorar las condiciones de los centros de internamiento. Aún así, sabemos que solamente bajo el modo de producción comunista se puede evitar que cientos y cientos de jóvenes tengan que superar el duro trámite de abandonar sus hogares debido, en la gran mayoría de los casos, a un contexto socioeconómico a todas luces injusto en el que ellos no eligieron nacer.