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El Comité Central del PCTE, reunido el 8 de octubre de 2023, analizó la situación el Movimiento Comunista Internacional, los debates que se están produciendo a raíz del estallido de la guerra imperialista en Ucrania y los ataques que se están realizando contra partidos comunistas y obreros hermanos.

Ante la evolución de los acontecimientos, consideramos necesario recordar nuestros análisis y visión sobre la situación internacional y sobre algunos aspectos esenciales para la superación de la crisis que vive el Movimiento Comunista Internacional.

Consideramos que, sin caracterizar correctamente la época en que vivimos y luchamos, no es posible formular una estrategia comunista adecuada, para cuya concreción hay que abordar necesariamente el carácter de la revolución, el papel del Partido Comunista, la participación de los comunistas en los gobiernos burgueses, la política de alianzas y la posición que tomar cuando se agudizan las confrontaciones interimperialistas.

Vivimos en la época marcada por la transición del capitalismo al socialismo-comunismo, que se abrió tras el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre.

La Revolución de Octubre confirmó a la clase obrera como la fuerza social que puede y debe dirigir la lucha revolucionaria por una sociedad libre de explotación. Confirmó el papel insustituible de la vanguardia política revolucionaria: el Partido Comunista, como instrumento dirigente de la lucha revolucionaria por el derrocamiento del capitalismo y de la construcción de la nueva sociedad socialista-comunista.

Es un hecho irrefutable que ningún sistema socioeconómico se ha consolidado inmediatamente en la historia de la humanidad. La propia burguesía necesitó aproximadamente cuatro siglos para establecer su poder y abolir el predominio de las relaciones feudales. Fue un proceso contradictorio caracterizado por una sucesión de revoluciones y contrarrevoluciones que abarcó toda una época histórica que terminó con la victoria de la burguesía.

El tránsito de una fase inferior de desarrollo a otra superior no es un proceso ascendente directo. Por tanto, como se comprobó en la Unión Soviética y en otros países socialistas, la construcción socialista lleva aparejada la posibilidad de una vuelta al capitalismo, de una contrarrevolución. Aun así, la existencia y logros de la sociedad socialista, inaugurada por la Revolución de Octubre, demostraron que es posible una sociedad sin patrones, sin capitalistas propietarios de los medios de producción. Esta conclusión no se invalida por el hecho de que en el siglo XX no se lograse derrotar definitivamente al capitalismo.

-Vivimos en la época del imperialismo. En el tránsito entre el siglo XIX y el XX el capitalismo mundial entró en su fase imperialista. Tal y como señaló Lenin y se comprueba a diario, el imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero. El imperialismo es la fase superior y última del capitalismo, en la que opera un inexorable proceso de concentración y centralización del capital, de monopolización de la economía, de agonía, parasitismo y descomposición, que acentúa la explotación de la clase obrera y el saqueo de los pueblos con el único objetivo de maximizar las ganancias de los monopolios.

La sustitución de la libre competencia por los monopolios es el rasgo económico fundamental, la esencia del capitalismo en su fase imperialista. Un puñado de grandes empresas se reparten la producción y el comercio mundial, aumentando notablemente su poder durante las últimas décadas.

El imperialismo es capitalismo parasitario o en descomposición. Crece el sector de rentistas y especuladores, el sector de “cortadores de cupón”, crece el papel de los fondos de inversión, de los fondos de los mercados a futuro o de los fondos de capital riesgo.

El imperialismo tiende a la dominación y a la reacción política en todos los terrenos. Crece la carrera armamentística y el papel de la industria militar, que desarrolla nuevos y destructivos armamentos. Crecen las inversiones relacionadas con la denominada guerra 4.0, la ciberseguridad y el ciberespacio. Crecen también las inversiones destinadas a la preparación y el empleo de ejércitos mercenarios, empresas militares privadas destinadas a participar en las llamadas guerras “no convencionales”.

Como resultado de todo ello, aumenta el carácter parasitario del capitalismo. Una parte cada vez mayor de la riqueza es absorbida por los presupuestos militares y por la preparación de nuevos planes de injerencia. La militarización de la economía y la preparación de nuevas guerras imperialistas se confirma como una de las vías más importantes para garantizar las máximas ganancias monopolistas.

El devenir histórico ha confirmado que el imperialismo es capitalismo agonizante, es la antesala de la revolución socialista.

La primacía de los monopolios ha implicado una socialización del trabajo sin parangón en la historia, ocupando la gran mayoría de la fuerza de trabajo disponible. Con ello se agudiza la contradicción fundamental del capitalismo entre el carácter social de la producción y la forma privada, capitalista, de apropiación de lo producido. Cada vez resulta más evidente que el carácter social de la producción exige la propiedad social de los medios de producción altamente concentrados.

En nuestra época, las fuerzas productivas han alcanzado un nivel tan alto de desarrollo que ya no caben dentro de los estrechos márgenes de las relaciones capitalistas de producción. El imperialismo lleva las contradicciones hasta su último límite, hasta su grado extremo, sembrando la miseria, la destrucción y la muerte, hasta el punto de hacer peligrar la vida en el planeta.

-La lucha de clases sigue siendo el motor de la historia. Tras el triunfo temporal de la contrarrevolución en la Unión Soviética y en la mayor parte del campo socialista, las relaciones capitalistas de producción son absolutamente hegemónicas a escala mundial. En nuestra época se enfrentan dos clases sociales principales: de un lado la clase obrera, que constituye y agrupa a su alrededor a una amplia mayoría social; de otro, la burguesía, una minoría explotadora que detenta en exclusiva el poder político. Se trata de una lucha de clase contra clase.

La agudización de la contradicción entre el trabajo y el capital se manifiesta en la intensificación de la explotación de la clase obrera y otras capas trabajadoras, que ven empeorar constantemente sus condiciones de vida y trabajo. El capitalismo es incapaz de satisfacer las más básicas necesidades de la clase obrera mundial del campo y de la ciudad, que constituye la inmensa mayoría de la población.

Junto a la contradicción capital-trabajo, se intensifica la contradicción entre las potencias capitalistas por las fuentes de materias primas, por el control geoestratégico, lo que entraña como elemento inevitable las guerras imperialistas y el militarismo.

Las principales potencias mundiales y, con ellas, el resto de países capitalistas, viven en una constante pugna. Terminada la “Guerra Fría”, el capitalismo monopolista tuvo la oportunidad de expandirse a través de una fabulosa exportación de capitales hacia los países del Este europeo, que sirvieron durante más de una década como vía de escape a la sobreacumulación de capitales. Una vez finalizado ese nuevo reparto del mundo, las cosas comenzaron a cambiar. El nuevo orden mundial proclamado sobre las ruinas de la Unión Soviética, capitaneado por Estados Unidos como única superpotencia mundial, chocó con la propia esencia de la fase imperialista del capitalismo.

Sobre la base de un mundo ya repartido, sólo caben nuevos repartos. Y, eso, en las condiciones de finales del siglo XX e inicios del XXI, ha traído consigo una nueva disputa por la hegemonía mundial “según el capital”, “según la fuerza”. Nuevas guerras comerciales, nuevas disputas por los recursos naturales y por las rutas de comercio y transporte. También nuevos conflictos armados (Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria…). Toda eta situación conduce al mutuo debilitamiento de los capitalistas, quebranta las posiciones del capitalismo en general, aproxima el momento de la revolución proletaria y hace de ésta una necesidad práctica.

Sin embargo, han surgido nuevas teorías que ocultan la esencia del sistema imperialista y que, en uno u otro grado, tratan de situar a la clase obrera detrás de una u otra sección de la burguesía o de una u otra potencia imperialista, siguiendo siempre la lógica del mal menor, tal y como sucedió ya durante la Primera Guerra Mundial.

El triunfo temporal de la contrarrevolución en la URSS y en otros países sumió al movimiento obrero revolucionario en una crisis que venía de lejos y que aún perdura. En muchos países, entre ellos el nuestro, esa crisis se vio profundizada por la hegemonía de la corriente eurocomunista y por la mutación socialdemócrata de los Partidos Comunistas y Obreros. No sólo en España, sino también en muchos otros países del mundo, la clase obrera ha atravesado décadas de resistencia sin contar con un programa político propio, independiente de los intereses de otras clases sociales. En el mejor de los casos, han existido tentativas de defender nuestras mejores tradiciones de lucha mirando al pasado, tratando de recuperar la estrategia anterior a la crisis de nuestro movimiento y recuperando posiciones interclasistas que, generalmente, terminan por asentar en el seno de la clase obrera la creencia de que es posible reformar el capitalismo en beneficio de la mayoría trabajadora y que subordinan a nuestra clase a los objetivos e intereses de otras clases sociales.

Es lo que sucede con la teoría de la multipolaridad, que expresa en esencia un compromiso con las potencias que buscan remontar posiciones en la cadena imperialista frente a aquellas que ocupan una posición superior, convirtiendo a la clase obrera en un mero peón en el juego de las contradicciones entre países capitalistas, situando al proletariado bajo bandera ajena en una disputa en la que los trabajadores y los pueblos nada tienen que ganar.

Esas posiciones introducen importantes distorsiones en la comprensión de la teoría leninista del imperialismo y suponen un peligroso paso atrás para el movimiento comunista internacional, al reducir esta fase del capitalismo a meras relaciones de dominación. Cuando el imperialismo deja de ser considerado como un sistema mundial y se confunde con la política exterior de algunas potencias imperialistas, cuando se separan de forma artificial y metafísica la política interior y exterior de cada país, cuando se propone una arbitraria política de alianzas basada en un supuesto frente mundial antiimperialista en el que se incluye a potencias capitalistas y uniones internacionales capitalistas que tan solo pugnan por ocupar una mejor posición en la pirámide imperialista, lo que se expresa es la debilidad ideológica, política y organizativa del movimiento comunista internacional.

-El carácter de la revolución en los países capitalistas se determina objetivamente por la contradicción básica que debe resolver, la contradicción capital – trabajo asalariado; y por la época en que nos toca vivir y luchar, el imperialismo, que es la antesala de la revolución socialista.

Esta situación mantiene la necesidad del partido de nuevo tipo, que expresa la fusión de la teoría revolucionaria con el movimiento obrero, que basa su actividad en la clase obrera, clase de vanguardia y sujeto de la revolución. El partido de nuevo tipo expresa los intereses del proletariado y da continuidad a su lucha, elaborando su programa revolucionario, su táctica y su estrategia contemporáneas, sobre las bases de las leyes que rigen el desarrollo social, asimilando críticamente la experiencia histórica de quienes nos precedieron en la lucha, defendiendo la construcción socialista durante el siglo XX y confrontando las calumnias burguesas y el revisionismo histórico.

El movimiento obrero revolucionario no debe minusvalorar las contradicciones interimperialistas, ni debe separar la política interna de la política exterior de cada país. Por el contrario, debe utilizar su intensificación para debilitar las posiciones del capitalismo mundial. En ese esfuerzo, la tarea de los comunistas es luchar decisiva y metódicamente por la conquista del poder político, para lo que es imprescindible la clase obrera no se alinee detrás de la burguesía de su país y que no quede atrapada ni supeditada a los planes de expansión de potencias o alianzas imperialistas rivales.

Se hace imprescindible tener presente que tanto la política interna como la exterior de cualquier país están determinadas por su posición en el sistema imperialista mundial y sirven conscientemente a la reproducción del capital y al fortalecimiento de las relaciones de explotación. El imperialismo es una época histórica en el desarrollo del capitalismo y caracteriza a las sociedades de todos los países capitalistas, independientemente del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en cada país y de las relaciones de interdependencia desigual entre ellos.

Las posiciones que enfatizan exclusivamente las relaciones de dependencia, minusvalorando la profundización del entrelazamiento de eslabones de la economía mundial y la interdependencia entre ellos, no contribuyen a madurar la conciencia política de la clase obrera y sus aliados. Por consiguiente, desenfocan los objetivos de la lucha de clases y su necesaria orientación hacia el derrocamiento del capitalismo, la conquista del poder y la construcción del socialismo-comunismo, con independencia de la posición de cada país en la pirámide imperialista, que siempre tiene un carácter relativo y temporal.

La vigencia de la ley del desarrollo económico y político desigual entre los distintos países capitalistas determina que las condiciones para el triunfo revolucionario maduren de forma diferente en cada país o conjunto de países determinados. Esto conlleva que las nuevas revoluciones socialistas triunfarán inicialmente en un solo país o grupo de países, ayudadas por la existencia de una fuerza comunista internacional dotada de una estrategia revolucionaria unificada que debilite la capacidad de reacción del imperialismo internacional.

La intensificación de las contradicciones que caracterizan al imperialismo como capitalismo agonizante no implica en ningún caso que el capitalismo vaya a desaparecer por sí mismo. Quiere decir únicamente que el imperialismo es la fase de desarrollo del capitalismo en la que han madurado las condiciones para el asalto directo a la fortaleza capitalista, planteando como tarea inmediata la preparación multifacética de la clase obrera para la conquista del poder político, a fin de realizar las medidas económicas y políticas que son la esencia de la revolución socialista.

-Nuestras tareas en el Movimiento Comunista Internacional.

El Movimiento Comunista Internacional continúa atravesado por una grave crisis. En su seno se manifiestan posiciones político-ideológicas antagónicas. El PCTE continuará participando activamente en todas las instancias internacionales de las que forma parte, al mismo tiempo en que se refuerzan las relaciones bilaterales y multilaterales con otros partidos hermanos, con el objetivo de que el Movimiento Comunista Internacional avance en la definición de una estrategia revolucionaria contemporánea, basada en la centralidad de la clase obrera mundial en el proceso revolucionario, en los aprendizajes de las experiencias de construcción del socialismo durante el siglo XX, en las leyes que rigen la construcción socialista y en su incompatibilidad con las relaciones mercantiles.

Reafirmamos que nuestras tareas en el ámbito internacional van encaminadas a contribuir a la superación de esta crisis, que es un proceso lento y lleno de obstáculos de todo tipo, pero que pasa ineludiblemente por el fortalecimiento político-ideológico de los partidos comunistas y obreros a través de la lucha por la defensa de los principios del marxismo-leninismo y del internacionalismo proletario frente a la infiltración de posiciones socialdemócratas, reaccionarias, nacionalistas, chovinistas y diversionistas en su seno.

Defendemos un Movimiento Comunista Internacional basado en el marxismo-leninismo y en el internacionalismo proletario, que desarrolle niveles superiores de coordinación y avance hacia el reagrupamiento y la formulación de una estrategia marxista-leninista, lo que implica una colaboración bilateral y multilateral reforzada con todos aquellos partidos que comparten con el PCTE una misma posición político-ideológica.

El PCTE encamina su trabajo internacional al fortalecimiento de las estructuras multilaterales, pero dando especial relevancia al establecimiento y desarrollo de relaciones bilaterales estables, priorizando a los Partidos con quienes nos unen lazos estrechos de carácter ideológico, cultural o histórico.

Específicamente, el PCTE declara su voluntad de estrechar lazos con los Partidos Comunistas y Obreros de Europa y el Mediterráneo, así como con los Partidos de los países hermanos de América y de los países donde existe mayor presencia de los monopolios con sede en España.