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Hablar de igualdad, de empoderamiento y feminismo parece que está de moda: desde las instituciones, pasando por los anuncios y las empresarias, hasta la Reina hacen gala de ser feministas o de defender la igualdad. Tenemos una ministra que se niega a participar en debates sin presencia femenina y todo el que pretende parecer progresista en su discurso mete alguna alusión a las mujeres.

Pero mientras aquellos y aquellas con una vida bastante fácil se conforman con las palabras y el discurso, ¿qué hay de la gran mayoría de las mujeres de nuestra clase: tu vecina, tu madre, tu amiga? A día de hoy no han resuelto una sola de nuestras problemáticas ni podemos esperar que lo hagan, pues el sistema que gestionan es incompatible con la vida que las trabajadoras merecemos vivir.

Es hora de dejar de esperar sus migajas: las trabajadoras lo queremos todo, pues somos las que todo lo producimos. Y ¿qué es todo?

Es dejar de asumir los trabajos tediosos vinculados a las tareas reproductivas, es decir, que la sociedad asuma esas tareas de limpieza, cocina, cuidados, etc., garantizando la participación en condiciones de igualdad en el trabajo productivo y en todos los ámbitos de la vida de las trabajadoras.

Es la organización de los tiempos de trabajo de forma compatible con la familia, el descanso y el ocio, porque cuando hablamos de socializar las tareas reproductivas de ningún modo aceptaremos que sea para alargar o “flexibilizar” a gusto de los y las explotadoras nuestras jornadas laborales.

Es disfrutar de relaciones afectivas sanas y basadas en el respeto y el compañerismo, no presas de las cadenas de la necesidad y la dependencia.

Es hora de confiar en nuestras propias fuerzas y luchar por un futuro libre de explotación y de violencia

Desde luego luchar por TODO no es posible si encerramos la lucha en los márgenes de aquellos y aquellas que nos piden confiar en su gestión responsable y empática. Los gestores del sistema capitalista han demostrado tener infinitas maneras de retorcer o remodelar la explotación y la violencia hacia nosotras y hacia las nuestras con tal de mantener el beneficio de una minoría.

Ni las luchas inmediatas en cada barrio y en cada centro de trabajo se pueden ganar, ni las conquistas se pueden defender, sin la organización con las nuestras. Tampoco podemos esperar la solución de lo que no son más que cantos de sirena que por un lado te venden un avance mientras por el otro allanan el camino para que las nuevas formas de explotación y violencia sigan llenando los bolsillos de los de siempre.

¡Es hora de dar un paso al frente y organizar la lucha con las nuestras!

¡Por la emancipación de la mujer obrera!

¡Rompamos las cadenas para construir una vida nueva!