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Ástor García en El Común | 26 de enero de 2024

Para hablar de Lenin es necesario mencionar primero la evolución del comunismo, porque si Marx y Engels se centran en un análisis global del capitalismo como fenómeno social y destacan la necesidad de superarlo, Lenin es el encargado de centrar esa tarea en el momento actual. Por ello, Lenin representa la evolución entre saber qué debe hacer la clase obrera a concretar cómo debe hacerlo, desarrollando la teoría marxista en la época que nos ha tocado vivir, la época del imperialismo.

En el centenario de su fallecimiento tenemos el deber de estudiar la vigencia de sus enseñanzas sobre la revolución, porque, mutatis mutandis, aquellos debates que encumbraron a Lenin como el gran revolucionario que consiguió llevar a la clase obrera a la toma del poder siguen teniendo hoy plena actualidad.

Entre sus aportaciones, debemos destacar en estos momentos el análisis de la evolución del capitalismo. Lenin detectó que la concentración de capital había devenido en la capacidad de generar monopolios económicos a nivel internacional, cuya insaciable búsqueda de beneficios, con los Estados nación del mundo a su servicio, provoca una lucha encarnizada por el control de mercados, recursos y rutas de transporte.

Hoy en día los telediarios se abren con conflictos en medio mundo provocados por las contradicciones interimperialistas. Entre todos ellos ha adquirido significación la entrada al mar rojo, Bab el Mandeb, la puerta de las lágrimas, fronteriza entre Yemen, Eritrea y Yibuti. La acumulación de tropas y armamento militar de grandes potencias en un lejano estrecho de pocos kilómetros cuadrados pone de nuevo en evidencia que el imperialismo, lejos de un reduccionismo banal, no es una política exterior agresiva, sino la competencia económica entre monopolios, el origen de la tendencia al dominio y la sumisión de los pueblos del mundo.

En el Mar Rojo, la necesidad de asegurar las rutas de transporte estratégicas está acumulando material explosivo y pone nuevamente a la humanidad, como a principios del siglo pasado, al borde de un conflicto bélico de grandes dimensiones. Hay quien pretende ver esto desde una perspectiva ética o religiosa, pero nada más lejos de la realidad. Los intentos de dividir a los pueblos del mundo, que nada tienen que ganar en los conflictos que desangran el planeta, de enfrentarlos según los intereses de los capitalistas, tienen como objetivo garantizar la continuidad de la explotación capitalista.

El apoyo a la lucha antiimperialista es fundamental para mantener vivo el pensamiento de Lenin. Esto exige, en primer lugar, tener claro qué es el imperialismo y quiénes son los imperialistas. En segundo lugar, no defender bajo ningún concepto a los capitalistas propios. En el caso español, participar de estructuras como la OTAN, organizando reuniones de alto nivel, permitiendo que desde bases militares en nuestro país se coordinen bombardeos, misiones militares o la logística de guerras lejanas, es incompatible con cualquier llamamiento a la paz mundial.

En el capitalismo no se puede dar una situación de equilibrio en los intentos de dominación entre diferentes países. Las guerras resuelven el orden entre potencias, pero siempre ponen en la cúspide al más fuerte. En el momento actual, en el que la hegemonía político-militar de EEUU está en entredicho, supone un craso error difundir teorías que plantean que es posible un mundo capitalista en el que existan varios centros o polos capaces de convivencia armónica, y mucho más si se pretende convencer de que esa hipotética convivencia armónica entre potencias puede suponer una mejora par las condiciones de lucha de la clase obrera en todo el mundo.

Quien fundamenta la acción política actual en el análisis del imperialismo desde el diversionismo ideológico y/o desde el falso pacifismo parte de un análisis basado en el oportunismo, por la práctica de hacer concesiones a los enemigos de los trabajadores, a los gobiernos y partidos burgueses. Las nuevas tendencias socialdemócratas y oportunistas no aportan nada nuevo a la teoría marxista, sino que se repliegan, recogiendo fragmentos de teorías atrasadas, en el eclecticismo y el antimarxismo, dado que no reconocen siquiera la posibilidad de superar el capitalismo como fenómeno social. Así, reniegan de Lenin y de sus logros, para apoyar, como sucedió hace un siglo, a los capitalistas propios en la lucha entre potencias imperialistas. Este servilismo ante los capitalistas está provocando graves retrocesos en las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera y los sectores populares.

No puede haber un avance en la situación de la clase obrera sin un Partido Comunista fuerte, armado con una teoría revolucionaria, que agrupe a todos los revolucionarios. Las políticas de “unión desde arriba” que caracterizan la etapa socialdemócrata actual son un intento de desarticular el movimiento obrero y sustituirlo por los estrechos márgenes del parlamentarismo, en un momento en el que es especialmente necesario volver a articular un movimiento de masas que tenga como objetivo confrontar directamente con las consecuencias de la explotación capitalista y no limitarse a gestionarlas.

El reto de la política actual es poner de nuevo en el centro a la clase obrera, pero para ello es necesario definir no sólo qué hacer, parafraseando a Lenin, sino cómo y dónde hacerlo. Podemos deducir que las condiciones de lucha para la clase obrera han empeorado como consecuencia de haber depositado sus esperanzas de un futuro mejor en el parlamentarismo, lo que ha beneficiado todo tipo de prejuicios que estamos obligados a señalar.

Sigue siendo necesario, como decíamos más arriba, organizar a todos aquellos trabajadores que deseen luchar en una estructura de partido que sea capaz de coordinar y dirigir a la clase obrera, para pasar de una fase defensiva a ser capaces de organizar victorias. El marco de lucha sigue siendo, como en la época de Lenin, el Estado capitalista, contra el que debemos dirigir el ataque principal, dado que su labor es precisamente defender y promover los intereses de esos monopolios.

Una nueva generación de revolucionarios en todo el mundo está en estos momentos siendo inspirada por las enseñanzas de Lenin. Debemos preparar las condiciones para que la sociedad pueda superar las causas de la explotación del ser humano por el ser humano y la pobreza que genera. No habrá atajos, ni caminos fáciles, pero frente a la utopía que representa pensar que el capitalismo puede garantizar un futuro a la clase obrera y los sectores populares, reivindicamos la vigencia de un proyecto, el comunista, que demostró que es posible, actual y necesaria la emancipación de la humanidad.