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Han sido veinte días de huelga del metal. Veinte mil eran los obreros llamados a ella. Y tras la lucha, llegó el preacuerdo de convenio que fue ratificado en la asamblea de trabajadores convocada en el Palacio de Festivales de Santander.

Seamos claros: no puede existir ningún posicionamiento al respecto que no arranque desde el más profundo reconocimiento a los trabajadores y trabajadoras que han dado todo por defender su puesto de trabajo; por conseguir que sus reivindicaciones se rubricaran en un convenio; por demostrar de nuevo que la lucha consecuente y decidida de la clase obrera contra sus explotadores es el único camino; por hacer patente que, aunque las malas lenguas dicen que “ya no existe clase obrera”, esta clase ha conseguido sacar a veinte mil personas en manifestación.

Resulta intolerable el discurso que pretende premiar al Ministerio de Trabajo o al Gobierno de Cantabria de un logro que se ha alcanzado exclusivamente gracias al esfuerzo y abnegación de los trabajadores del metal y a la solidaridad de la clase obrera de Cantabria, volcados en un conflicto que ha puesto en jaque a la patronal de Pymetal. Tal es la fuerza de la clase obrera organizada que Revilla ha tenido que salir a lamentarse, como es su costumbre, diciendo que “no es tiempo para huelgas” y mostrando su preocupación por la pérdida de poder adquisitivo… ¡de los empresarios! Revilla se posiciona así, otra vez más, con la patronal que niega los derechos más básicos a los obreros.

Los trabajadores del metal han puesto de manifiesto que hace falta movilización y piquete, que hacen falta secciones sindicales combativas en cada fábrica y taller, que son necesarios comités de empresa y de huelga dispuestos a defender hasta las últimas consecuencias los intereses de la clase trabajadora. También se han puesto de manifiesto las vergüenzas del PRC, del PSOE y de UP, obsesionados con acabar la huelga lo antes posible para defender los intereses empresariales. Se ha demostrado igualmente que la reforma laboral de Unidas Podemos, vendida como si fuera una auténtica panacea, no ha significado nada más que consolidar la precariedad que impusieron la reforma laboral del PSOE de 2010 y del PP de 2012. Los obreros del metal han tenido que pelear por los contratos relevo y por el ajuste de los sueldos. ¿Qué se puede hacer contra la inflación, qué se puede hacer contra la subida del IPC? Los trabajadores de Cantabria han demostrado estas casi tres semanas que el camino es sencillo: no confiar en ningún gobierno, confiar solo en nuestras propias fuerzas y pelear con decisión por cada céntimo de la riqueza que producimos.

Durante el tiempo que los trabajadores han estado parados, la industria cántabra no se ha movido. Esto demuestra, sencillamente, quién tiene realmente el poder: si la clase obrera para, no se produce riqueza y el mundo no se mueve. La huelga del metal ha demostrado el carácter parasitario de los empresarios, la sinvergonzonería y bajeza moral de los dueños de las empresas del metal. Cantabria ha visto un episodio más de la lucha de clases entre los obreros que producimos la riqueza y los capitalistas que se la apropian.

Los márgenes que ofrece la reforma laboral no son demasiado amplios. Por eso, desde el inicio del conflicto, los comunistas hemos llamado a que la defensa del convenio sea solo el primer paso, porque también es necesario derogar las reformas laborales y, en última instancia, que sean los propios trabajadores quienes controlen la producción. El sector del metal ha conseguido con este convenio un mejor reparto de la riqueza producida que el que proponía la patronal; pero podemos aspirar a mucho más. ¿Por qué vamos a compartir la riqueza con los explotadores?

Es necesario que la movilización se extienda a todos los sectores, unificando esas luchas que la clase obrera está levantando en Cantabria en los últimos tiempos, así como en el resto del país, con ejemplos como la huelga de las conserveras, del telemarketing, de correos, del sector de TIC y consultoría… La unidad de la clase obrera permite mejorar las condiciones de vida para todo el conjunto de los trabajadores.

Cuando el sindicalismo es de clase y tiene carácter combativo, la lucha se salda con victorias para nuestra clase. Por eso, conviene remarcar también el papel de tantos sindicalistas honestos, comités de empresa, organizaciones sindicales… que han comprendido su papel en esta lucha y se han comprometido para alcanzar sus objetivos.

Ahora podemos alcanzar metas más ambiciosas. La huelga del metal ha señalado el camino: sigámoslo.

¡Todo el reconocimiento para los huelguistas!
¡Luchemos por todo!
¡Que viva la lucha de la clase obrera!