Skip to main content
[Castellano]

 

El día 5 de agosto, después de una maratoniana reunión de 36 horas, se anunciaba lo que una semana antes parecía imposible: preacuerdo entre la dirección de Nissan y el comité de empresa, legítimo representante de los trabajadores. Una multitudinaria asamblea ratificaba el acuerdo al día siguiente por amplía mayoría.

A lo largo del período que media entre que se constituyó la mesa de negociación del ERE, a principios de julio, y la última reunión la empresa había mantenido en firme una propuesta que, entre otras cosas, permitía el despido de trabajadores a partir de diciembre de 2020 y se imponían condiciones ominiosas a los obreros despedidos. Una de ellas destacaba por lo crudamente que expresaba los intereses de clase de los negociadores de la empresa: bajísimas indemnizaciones para los despedidos, rozando el límite legal, con la exigencia de devolver parte de la indemnización en caso de colocación preferente en una nueva empresa que ocupase el lugar de Nissan.

En el acuerdo que votó la asamblea las condiciones eran remarcablemente mejores. Por destacar algunas: indemnización de 60 días por año trabajado, sin tope de mensualidades, para los trabajadores despedidos; anulación de la obligación de volver parte de la indemnización en caso de colocación preferente en la nueva empresa que hubiese de venir después de Nissan; prohibición de despedir en masa a trabajadores antes de diciembre de 2021; plan incentivado de bajas y prejubilaciones voluntarias a partir de enero de 2021.

La diferencia entre una y otra propuesta, más allá de las duras negociaciones que llevó a cabo el comité de empresa, es fundamentalmente una: la dura lucha que han llevado a cabo los trabajadores de Nissan, que les ha llevado a permanecer en huelga indefinida desde el 4 de mayo hasta el 5 de agosto, unos increíbles 93 días que tienen pocos paralelismos en la historia reciente de la lucha obrera en Catalunya.

El resultado de la lucha de los trabajadores de Nissan pone de manifiesto un hecho esencial que, a día de hoy, todavía no es suficientemente comprendido por el conjunto de la clase obrera catalana: la diferencia en las condiciones que la empresa pone sobre la mesa reside en la unidad de los trabajadores, en su sindicación y en su voluntad de lucha. En este sentido, los trabajadores de Nissan han sido y son ejemplo, recogiendo el testigo de su lucha histórica en la época de Motor Ibérica, en las huelgas de 1973 y 1974, y en la lucha reciente de otras empresas como Panrico, Valeo, Continental y Prysmian en Cataluña, o Coca-Cola y la minería en el resto del Estado. La lucha sirve y es nuestra arma fundamental para la consecución de derechos laborales.

Ahora bien: después de tres meses de huelga indefinida, con el durísimo coste que ella conlleva sobre los trabajadores y sus famílias, es inevitable preguntarse si el resultado final de la lucha es el mejor que se podría haber logrado. Es necesario reflexionar sobre las condiciones en las cuales se ha llevado a cabo la lucha como aprendizaje para las luchas sectoriales que están por venir. La clase obrera no sólo ha admirado impasible a los obreros de Nissan: ahora toca aprender de sus aciertos y errores, de aquello en lo que han destacado y aquello en lo que se han quedado a medio camino.

Las fábricas se cierran y la empresa se va. Existe un compromiso, o eso dice el acuerdo final, para buscar un nuevo inversor. Si llega, lo hará sin duda con dos exigencias sobre la mesa: Paz Social -en mayúsculas, como lo escriben los representantes de los empresarios- y recortes en plantilla y condiciones laborales.

¿Aceptar el ERE, aún en las condiciones relativamente buenas que se han obtenido, era el único camino posible? Para verlo, es necesario retrotraernos al principio de la huelga. La exigencia de la nacionalización de las fábricas y del control obrero en ningún momento estuvieron sobre la mesa. Entre la plantilla existía un murmullo, palpable en las conversaciones en los campamentos de Montcada y de Sant Andreu, a favor de esta posición. Nunca llegó a más.

En este sentido cabe reflexionar, sin menoscabar en ningún momento la enorme labor que ha desempeñado el comité de empresa escogido democráticamente por los trabajadores, sobre el punto de partida de las reivindicaciones de la huelga. Al empezar ésta, la reivindicación era que Nissan no se cerraba. Pero si la empresa quiere irse, a merced de una decisión puramente empresarial y, por lo tanto, determinada por el criterio de beneficio, ¿cuál era la alternativa?

A pesar de que la plantilla introdujo un discurso crítico contra las reformas laborales -en verdad, para ser completamente transparentes, únicamente contra la última reforma laboral del PP- y en especial contra la reforma del artículo 51 del Estatuto de los Trabajadores, en ningún momento se buscó una posición de confrontación directa con la Administración. El Estado podría haber dificultado la marcha de Nissan o en última instancia nacionalizar la fábrica. En sus manos había el futuro de 25.000 trabajadores, pero el Estado, más allá de palabrería, no ha querido actuar contra los intereses de los empresarios. El Estado no es neutral, tiene intereses de clase, y en este caso conseguir el objetivo de ¡NISSAN NO SE CIERRA! pasaba por torcer su voluntad.

El comité de empresa se sentó, al iniciarse la ronda de consultas con la empresa en julio, asegurando que no tenía voluntad de negociar el ERE. Lo creían y lo decían sinceramente, pero lo cierto es que al iniciarse la ronda de consultas para el ERE sólo existían dos caminos: o se bloquea el camino a la empresa para el ERE, paralizándolo, o se negocia el ERE. El bloqueo del ERE sólo podía venir, en primera instancia, con la reforma del artículo 51 del ET y la paralización del ERE a la fuerza; en segunda instancia, y a largo plazo, sólo la nacionalización de la fábrica podía garantizar la continuidad de toda la plantilla y la estabilidad de las condiciones laborales.

En este sentido, es necesario abrir un amplio proceso de debate en los centros de trabajo sobre la viabilidad de la nacionalización de los medios de producción concentrados y la necesidad del control obrero y de la planificación de la economía. Sólo con esta importante clarificación político-ideológica en el seno del movimiento obrero y sindical podrán desarrollarse luchas parciales con una perspectiva de victoria y, a largo plazo, podrá prepararse paulatiamente la organización para que sean los trabajadores los que tomen la rienda de los asuntos públicos, el poder del Estado.

Se trata de una lucha centro a centro. Es necesario darse cuenta de que en este combate estamos implicados todos los trabajadores. La lucha de Nissan ha puesto de manifiesto la necesidad de la unidad obrera, que en este conflicto se ha traducido únicamente en unidad de la plantilla de Nissan. Todas las empresas que los capitalistas han ido desgajando de Nissan, externalizando servicios en otras compañías, han quedado fuera del acuerdo que ha puesto punto y final a la huelga.

Sobre esta última cuestión, los trabajadores de Nissan tienen hoy la responsabilidad histórica de sentar un precedente inmediato. No se puede dejar por el camino a las 20.000 famílias que dependen de empresas subcontratadas, que se han quedado sin ningún tipo de garantía y están ahora a merced de los recortes, de los despidos, que supondrá el cierre de la empresa matriz.

Después de la ratificación del acuerdo en la asamblea de trabajadores de Nissan, máximo órgano de decisión de los trabajadores, quedan dos grandes tareas por delante en la empresa: máxima vigilancia obrera para el difícil proceso que ahora se abre por delante y máxima unidad de clase con los trabajadores de las empresas subcontratadas para que su lucha vaya de la mano de los trabajadores de Nissan. Hacemos un llamado a todos los obreros de Nissan a crear una plataforma de lucha para apoyar a sus hermanos de las empresas subcontratadas y conseguir una nueva victoria, ahora en este campo.

Esta batalla ha sido la primera de muchas. La crisis que ha desencadenado la COVID-19 es una crisis que había estado gestándose en el seno de las economías capitalistas a lo largo de 2018 y 2019 y los capitalistas están preparados para afrontarla como afrontaron la de 2008: con durísimos recortes sobre los derechos laborales. Sólo la unidad de clase y la lucha nos permitirán salir de esta crisis conservando derechos y reforzando la organización obrera que tendrá que llevarnos, en último término, a conseguir un país para la clase obrera.

7 de agosto de 2020

Comité Nacional del Partit Comunista dels Treballadors de Catalunya

 

[Català]

 

Victòria de la plantilla de NISSAN. Reflexions sobre la lluita

 

El dia 5 d’agost, després d’una maratoniana reunió de 36 hores, s’anunciava el que una setmana abans semblava impossible: preacord entre la direcció de Nissan i el comitè d’empresa, legítim representant dels treballadors. Una multitudinària assemblea ratificava l’acord a l’endemà per amplia majoria.

Al llarg de el període que hi ha entre que es va constituir la taula de negociació de l’ERO, a principis de juliol, i l’última reunió l’empresa havia mantingut en ferm una proposta que, entre altres coses, permetia l’acomiadament de treballadors a partir de desembre de 2020 i on s’imposaven condicions terribles als obrers acomiadats. Una d’elles destacava per com de cruament expressava els interessos de classe dels negociadors de l’empresa: baixíssimes indemnitzacions per als acomiadats, fregant el límit legal, amb l’exigència de tornar part de la indemnització en cas de col·locació preferent en una nova empresa que ocupés el lloc de Nissan.

En l’acord que va votar l’assemblea les condicions eren remarcablement millors. Per destacar algunes: indemnització de 60 dies per any treballat, sense límit de mensualitats, per als treballadors acomiadats; anul·lació de l’obligació de tornar part de la indemnització en cas de col·locació preferent en la nova empresa que hagués de venir després de Nissan; prohibició d’acomiadar en massa a treballadors abans de desembre de 2021; pla incentivat de baixes i prejubilacions voluntàries a partir de gener de 2021.

La diferència entre una i altra proposta, més enllà de les dures negociacions que va portar a terme el comitè d’empresa, és fonamentalment una: la dura lluita que han dut a terme els treballadors de Nissan, que els ha portat a romandre en vaga indefinida des el 4 de maig fins al 5 d’agost, uns increïbles 93 dies que tenen pocs paral·lelismes en la història recent de la lluita obrera a Catalunya.

El resultat de la lluita dels treballadors de Nissan posa de manifest un fet essencial que, a dia d’avui, encara no és prou comprès pel conjunt de la classe obrera catalana: la diferència en les condicions que l’empresa posa sobre la taula resideix en la unitat dels treballadors, en la seva sindicació i en la seva voluntat de lluita. En aquest sentit, els treballadors de Nissan han estat i són exemple, recollint el testimoni de la seva lluita històrica en l’època de Motor Ibèrica, a les vagues de 1973 i 1974, i en la lluita recent d’altres empreses com Panrico, Valeo, Continental i Prysmian a Catalunya, o Coca-Cola i la mineria en la resta de l’Estat. La lluita serveix i és la nostra arma fonamental per a la consecució de drets laborals.

Ara bé: després de tres mesos de vaga indefinida, amb el duríssim cost que aquesta comporta sobre els treballadors i les seves famílies, és inevitable preguntar-se si el resultat final de la lluita és el millor que es podria haver aconseguit. Cal reflexionar sobre les condicions en les quals s’ha dut a terme la lluita com a aprenentatge per a les lluites sectorials que han de venir. La classe obrera no només ha admirat impassible als obrers de Nissan: ara toca aprendre dels seus encerts i errors, d’allò en el que han destacat i allò en el que s’han quedat a mig camí.

Les fàbriques es tancaran i l’empresa se’n va. Hi ha un compromís, o això diu l’acord final, per buscar un nou inversor. Si arriba, ho farà sens dubte amb dues exigències sobre la taula: Pau Social -en majúscules, com ho escriuen els representants dels empresaris- i retallades en plantilla i condicions laborals.

Acceptar l’ERO, encara que fos en les condicions relativament bones que s’han obtingut, era l’únic camí possible? Per veure-ho, cal remuntar-nos al principi de la vaga. L’exigència de la nacionalització de les fàbriques i de l’control obrer en cap moment van estar sobre la taula. Entre la plantilla existia un murmuri, palpable en les converses en els campaments de Montcada i de Sant Andreu, a favor d’aquesta posició. Mai va arribar a més.

En aquest sentit cal reflexionar, sense menyscabar en cap moment l’enorme tasca que ha exercit el comitè d’empresa escollit democràticament pels treballadors, sobre el punt de partida de les reivindicacions de la vaga. Al començar aquesta, la reivindicació era que Nissan no es tancava. Però si l’empresa vol anar-se’n, a mercè d’una decisió purament empresarial i, per tant, determinada pel criteri de benefici, quina era l’alternativa?

Tot i que la plantilla va introduir un discurs crític contra les reformes laborals -en veritat, per ser completament transparents, únicament contra l’última reforma laboral de l’PP- i especialment contra la reforma de l’article 51 de l’Estatut dels Treballadors, en cap moment es va buscar una posició de confrontació directa amb l’Administració. L’Estat podria haver dificultat la marxa de Nissan o, en última instància,podria haver nacionalitzat la fàbrica. A les seves mans hi havia el futur de 25.000 treballadors, però l’Estat, més enllà de xerrameca, no ha volgut actuar contra els interessos dels empresaris. L’Estat no és neutral, té interessos de classe, i en aquest cas aconseguir l’objectiu de “NISSAN NO ES TANCA” passava per torçar la seva voluntat.

El comitè d’empresa es va asseure, a l’iniciar-se la ronda de consultes amb l’empresa al juliol, assegurant que no tenia voluntat de negociar l’ERO. Ho creien i ho deien sincerament, però la veritat és que a l’iniciar-se la ronda de consultes per a l’ERO només existien dos camins: o es bloquejava el camí a l’empresa cap a l’ERO, paralitzant-lo, o es negociava l’ERO. El bloqueig de l’ERO només podia venir, en primera instància, amb la reforma de l’article 51 de l’ET i la paralització de l’ERO a la força; en segona instància, i a llarg termini, només la nacionalització de la fàbrica podia garantir la continuïtat de tota la plantilla i l’estabilitat de les condicions laborals.

En aquest sentit, cal obrir un ampli procés de debat en els centres de treball sobre la viabilitat de la nacionalització dels mitjans de producció concentrats i la necessitat del control obrer i de la planificació de l’economia. Només amb aquesta important clarificació político-ideològica en el si de el moviment obrer i sindical es podran desenvolupar lluites parcials amb una perspectiva de victòria i, a llarg termini, es podrà preparar gradualment l’organització perquè siguin els treballadors els que prenguin el control dels assumptes públics , el poder de l’Estat.

Es tracta d’una lluita centre a centre. Cal adonar-se que en aquest combat hi estem implicats tots els treballadors. La lluita de Nissan ha posat de manifest la necessitat de la unitat obrera, que en aquest conflicte s’ha traduït únicament en unitat de la plantilla de Nissan. Totes les empreses que els capitalistes han anat separant de Nissan, tot externalitzant serveis en altres companyies, han quedat fora de l’acord que ha posat punt i final a la vaga.

Sobre aquesta última qüestió, els treballadors de Nissan tenen avui la responsabilitat històrica de crear un precedent immediat. No es pot deixar pel camí a les 20.000 famílies que depenen d’empreses subcontractades, que s’han quedat sense cap tipus de garantia i estan ara a mercè de les retallades, dels acomiadaments, que suposarà el tancament de l’empresa matriu.

Després de la ratificació de l’acord en l’assemblea de treballadors de Nissan, màxim òrgan de decisió dels treballadors, queden dues grans tasques per davant a l’empresa: màxima vigilància obrera per al difícil procés que ara s’obre i màxima unitat de classe amb els treballadors de les empreses subcontractades perquè la seva lluita vagi de la mà dels treballadors de Nissan. Fem una crida a tots els obrers de Nissan a crear una plataforma de lluita per donar suport als seus germans de les empreses subcontractades i aconseguir així una nova victòria, ara en aquest camp.

Aquesta batalla ha estat la primera de moltes. La crisi que ha desencadenat el COVID19 és una crisi que s’havia estat gestant en el si de les economies capitalistes al llarg de 2018 i 2019 i els capitalistes estan preparats per afrontar-la com van afrontar la de 2008: amb duríssimes retallades sobre els drets laborals. Només la unitat de classe i la lluita ens permetran sortir d’aquesta crisi conservant drets i reforçant l’organització obrera que haurà de portar-nos, en darrer terme, a aconseguir un país per a la classe obrera.

 

7 d’agost del 2020

Comitè Nacional del Partit Comunista dels Treballadors de Catalunya